Bienvenid@s a el Baúl de Elfi, un lugar donde explorar el erotismo y la sensualidad con los cinco sentidos.

viernes, 30 de enero de 2015

La Calidez. Parte 7

No podía evitar tenerlas en mi cabeza, una sensación incomoda aparecía en mi cuando ambas estaban solas, podríamos reducirlos como celos, pero realmente era envidia, bastante sana, por no estar presente en tan mágico momento.
Disfrutaba enormemente cuando Aruna gozaba salvaje de su sexualidad, la cual una y otra vez era oprimida por la moralidad que recesiva e insistente volvía a salir de su guarida, reprimiéndola y castigándola hasta el punto de olvidar el ser sexual que habita en su interior.
Bianca, de un solo plumazo, era capaz de reactivar todo su poder sensual. Bastaba una llamada, para que la mas inmensa sonrisa brotara en su rostro.
Su tez se suavizaba, toda su expresión se relajaba, el brillo en sus ojos lucía exponiendo al máximo toda su belleza.
Una parte de mi, entendía que mi ego se sintiese dolido, pero la colosal felicidad que se aportaban la una a la otra compensaba los bajos pensamientos que me aportaba mi mente.
Caminaba rápido, distraído, evidentemente no mostraba atención al mundo que me rodeaba, mi único propósito era volver pronto a casa, disfrutar con la compañía de mis dos diosas personales.
No formábamos un simple triangulo amoroso, nuestra relación iba mas allá de lo carnal, realmente nos ayudábamos en un proceso de crecimiento espiritual en el cual, nuestras líneas de vida cruzaban un juego complejo, solo apto para valientes.
Justo después de conocernos decidimos que costara el esfuerzo que costase lucharíamos por un lugar donde perdernos con los placeres mas carnales . Aunque el precio fue alto, merecía la pena.

Directamente llegue hasta la licorería, era la tienda mas alejada, así que había decidido comenzar por allí, la tienda estaba a rebosar, los ventiladores colgados del techo no eran suficiente para el calor provocado por la avalancha humana, entre las fiestas patronales y la llegada de uno de los fines de semana mas calurosos del año nadie quería quedar sin suministro alcohólico.
Solamente quería  unas botellas, no era para nada semejante a las compras de los demás clientes, cachaça, mezcal y ron. Entre los primeros puesto se encontraba la encantadora Doña Emilda, la entrañable anciana me reconoció al instante, mostrando su habitual alegría agitaba los brazos reclamando su correspondiente abrazo. Doña Emilda no perdía ocasión, a pesar de los achaques de la edad, su alma vigorosa le hacia enfocar la vida con una actitud propia de adolescentes.
- Hijo mío!! Como estas? – me preguntaba con la melodía típica del pueblo bahiano, mientras tras abrazarme, conseguía ruborizarme una vez mas apretando sus manos contra mis nalgas. Tras los dos sonoros besos de rigor y las frecuentes preguntas triviales, me pregunto como era que yo estaba por allí, ya que eran contadas las ocasiones en las que las bebidas alcohólicas llegaban hasta nuestro hogar, tras contarle la buena noticia de la llegada de Bianca, me mando un cálido abrazo para su pequeño ángel, como Doña Emilda gustaba de llamarla.
Levantando nuevamente su brazo como buscando llamar la atención de alguien que permanecía al fondo de la sala contigua rodeada por un corrillo formado por la gran parte de los varones del lugar, me contó sobre la llegada de su nieta, que tras criarse en el pueblo, lo abandono para estudiar danza en la gran ciudad que es Salvador.
Vestida tan solo por una minifalda blanca y un ceñido top que mostraba sus virtuosos senos, se mostraba ante mi la delgada y pequeña Regina, viendo sus facciones a la luz del día, me preguntaba como no había caído en la tremenda familiaridad entre ellas dos. Mis ojos la escanearon obscenamente pero sin rastro de la mas mínima timidez, se clavo contra mi, entre la marea humana posando sus labios provocadoramente cerca de los míos, posando su mano en medio de mis pantalones, me lanzo una mirada que no me resulto demasiado amistosa, el peligro se vislumbraba en su ojos y un cierto temor recorría mi frente en forma de frió sudor.
Tras unos segundos eternos, casi infinitos, Doña Emilda me rescato tirando fuertemente de la mano, sin casi percatarme me encontraba delante del mostrador realizando mi compra gracias a la bondad de tan adorable mujer.
Detrás mía, podía sentir su respiración cerca de mi espalda, tan cerca que me sentía extrañamente acosado.
Una vez finalizadas mis compras, me despedí de mi querida amiga y su lasciva nieta lo mas fugaz que pude. 

Necesitábamos algunas toallas nuevas, las únicas decentes según Aruna en todas las tiendas eran las que tenían en la mercería. Tras abrir y cruzar la diminuta puerta que separaba el espacio interior de la calle, pude ver como el interior permanecía vació. La pared a la izquierda estaba destinada completamente a los artículos propios a la costura, en la zona central, apiladas en diferentes estanterías, las sabanas, toallas y demás telas del hogar ocupaban su lugar. La pared opuesta, oculta tras unas grandes cortinas que separaban el ambiente, estaba coquetamente adornada con la mas finas de las lencerías, en alguna ocasión, Aruna y yo, cerrando completamente las cortinas con el permiso de la joven propietaria, disfrutábamos con el placer de ver las mas elegantes combinaciones sobre la piel bronceada de mi erótica diosa.
Era extraño pero nadie respondía a mis saludos,  tras mirar por detrás del mostrador e incluso asomándome a la puerta que llevaba a la trastienda, seguía estando en completa soledad.
Tras un par de minutos de espera, dude sobre si me había asegurado que tras la cortina tampoco nadie estaba en aquel lugar, separando las dos amplias telas, una imagen explosiva aparecía ante mi, agachada en el suelo, mostrando un mas que memorable trasero apretado contra las mallas que lo contenían,  la descuidada propietaria apretaba unos tornillos para afianzar una nueva repisa, acercándome muy despacio para seguir visualizando tan esplendorosa imagen, llevaba unos auriculares puestos, y el machacón sonido del forró local llegaba hasta mi, habría sido eso lo que le impidió oírme, poniendo mi mano sobre su espalda después de asegurarme que no oía nada de lo que le decía, pego tal respingo que choco de frente contra la tabla a medio asegurar. Lo mas veloz que pude agarre la inestable madera, que tambaleándose amenazaba con volver a golpearla.
Seguido del susto inicial y una vez medio recuperada la compostura, pude asegurarme que se encontraba perfectamente, tras un infantil beso sobre la zona afectada que broto instintivo de mi , los dos arrancamos en la mas escandalosa de las carcajadas, ella me aseguro en el momento que no volvería a trabajar con los auriculares puestos.
La puerta volvió abrirse, ante mi creciente asombro, Doña Emilda y Regina seguían mis pasos mas cerca de lo que yo deseaba, conociendo el escaso numero de tiendas que había en el lugar, tampoco era demasiado raro encontrarse.  A pesar de que intentaba relajar mis pensamientos, la presencia de Regina me aturdía, inevitablemente me sentía débil en su compañía. 

La costumbre en la zona indicaba que antes las personas mayores no solo había que mantener una actitud respetuosa, era necesario ser afectuoso y cariñoso, aunque acabábamos de vernos, un nuevo abrazo continuados por los dos efusivos besos de rigor era algo ineludible, y no solo de mi parte, la en esta ocasión atenta dueña, se acerco hasta Doña Emilda para saludarla y entablar una trivial conversación sobre los asuntos del día a día.

Me sentía en presencia de una pantera, los segundos avanzaban lentos, el aire a mi alrededor era pesado, denso, mi respiración se aceleraba pero no conseguía saciar la demanda de oxigeno que llegaba desde cada célula de mi organismo, el cerebro funcionaba a mil por hora en busca de una salida rápida, era una presa que deseaba huir temeroso de su depredadora.
No podía entender la manera en la que me influía su arrolladora presencia, el nerviosismo, la timidez, se apoderaba de cada átomo de mi cuerpo. Ella aparentaba estar completamente inmersa en una búsqueda por cada estantería, en esta ocasión permanecía sin mostrar ningún interés hacia mi, esta frialdad me sobresaltaba aun mas que la intensidad con la que me abordaba en la licorería. Tras revolver entre varios lotes de ropas de cama, selecciono un par de paquetes situándolos sobre el mostrador, mientras su abuela y la propietaria continuaban con su conversación, acercándose por detrás hasta la explosiva  dueña del comercio, coloco sus manos sinuosas sobre los hombros de esta, acercando sus labios mucho mas cerca de lo que las convenciones sociales admiten hasta el oído de la embelesada dependienta, la cual asentía en silencio las palabras de tan ardiente mujer. Despidiéndose de ambas cruzo las cortinas con un paso firme y altanero, volviéndose cruzo su mirada con la mía, su arrebatadora belleza encuadraba perfectamente con el estampado de las gruesas cortinas, la amplia sonrisa que dibujaban sus labios me dejaba ver unos preciosa dentadura.
Con un beso y un guiño, cerro las cortinas, dejando una pequeña separación entre ambas. Se comportaba misteriosa y seductora, sabia como volver loco a cualquier hombre.

Doña Emilda, se dirigió hacia mi disculpándose por el tiempo que habían estado conversando, aunque rehusé sus disculpas ya que no tenia demasiada prisa, la amable señora insistió en que retomase mis compras devolviéndome a tiempo completo la atención de la dependienta. Rápidamente le comente a esta cual era la causa de mi visita a la tienda, pasando por delante mía avanzo indicándome que la siguiese, solo eran un par de pasos pero me dio tiempo para disfrutar nuevamente con la magnifica imagen de sus nalgas apretadas contra las estrechas mallas. Una vez llegamos hasta la estantería pertinente, puso sobre mis manos varias toallas, en un instante tenia varios juegos completos, alegre como ella siempre solía ser me comento que me las llevase todas y que ya Aruna eligiese, sin duda conocía bastante bien los gustos de mi mujer, todas eran extremadamente suaves y de bonitos tonos azulados, no había manera posible de errar. Pague la compra, con la firme intención de salir lo mas rápido posible, seguí los protocolos de rigor y me despedí de ambas efusivamente, gire iniciando el camino hacia la puerta, pero el destino me deparaba una excitante sorpresa mas.
Justo en el momento que pasaba por delante de las cortinas con la mirada fijada sobre la escasa separación que dejaban las cortinas entre si, súbita y precisa separo grácil pero firme ambas cortinas apareciendo arrebatadora en primer plano ante mi.
Su figura estimulaba los mas sórdidos pensamientos en mi interior, el mundo se borraba, resaltando aun mas si cabe cada detalle de su increíble presencia. En ese momento no recordaba nada ni nadie, solo pensaba en que el reloj parase sus agujas y el tiempo se detuviese para continuar con mi deleite personal.
El intenso blanco hacia destacar aun mas el oscuro tono de su piel.
Todo su cuerpo brillaba, emitiendo luz propia.
No sabia casi nada de ella, solo que estimulaba la fiera deseosa de lujuria que habita en mi.
Radiante, sobrehumana, casi divina, posaba natural, descarada ante su pequeña audiencia.
No me importaba lo mas mínimo la presencia de las demás, pose mis ojos sobre ella y no tenia la mas mínima intención elevarlos. Mientras mi nueva musa deseara deleitarme, yo pensaba disfrutar.
Con un elegante movimiento situó su mano tras su cabeza, su generosos cabellos, exuberantes, bailaban practicando una danza harmoniosa alrededor de sus hombros, su fino cuello, los huesos de su clavícula, todo en ella resultaba erótico y fascinador.
Adelantando levemente su rodilla izquierda, ladeándose su cuerpo, moldeando aun mas tan sublime figura. Sus finas y torneadas piernas lucían mas si cabe perfiladas por unas delicadas medias, coronadas por un exquisito encaje.
Las tiras del liguero subían rectas  y decididas, llevando mi vista hasta lo mas intimo de su físico. Las delicadas braguitas, insinuaban una insipiente sexualidad. El pulcro y sensual liguero, decoraba toda la extensión de su cintura, marcando a la perfección el inicio de sus caderas. Su vientre asemejaba una delicada y acogedora llanura, aterciopelada y retozona. 
Sus pechos estaban cubiertos por un elegante sujetador que recogía sus dos dulces frutas del deseo. Por todo el conjunto, como pinceladas dadas por un sublime artista, unas diminutas rosas, decoraban un poco mas su abrasadora  anatomía.
Sus carnosos labios comenzaron a moverse, siendo un delirante susurro todo el sonido que conseguí asimilar. Las perlas negras que eran sus ojos se clavaban en mi ser, fundiendo parte de su espíritu con el mío.

- Acaso no me vas a decir lo bien que me sienta?

Desafiante, avanzo, girando sobre si misma, llegando hasta mi una cálida y a la vez  fresca brisa, cargada de potentes y seductores aromas. La imagen de sus poderosos glúteos remarcados por la fina línea de las bragas que se perdían en su interior, quedaría eternamente grabada en mi. Una vez paro justo rozando ante mi, volvió a sacudir mi oído:

- De verdad no sabes contestar si no esta Aruna delante? – desatando una risa por parte de las atentas espectadoras.
- Me as dejado sin palabras, no creo que debas ponerte así ante cualquier desconocido...
- Tu para mi no eres ningún desconocido – mientras cortés pero resuelta, situaba su mano sobre mi, dedicándome una amplia y seductora sonrisa, indicándome firmemente que pretendía pasar para que las demás pudiesen verla. 

Me despedí sin querer girar la cabeza, avanzaba expedito con una única intención, salir lo mas rápido posible, justo en ese momento tome conciencia de la brutal erección que empujaba feroz por salir de la calzona bañador, no era manera mas adecuada de salir a la calle, pero la situación tampoco me invitaba a permanecer mucho mas tiempo, no sabría por cuanto podría dominar a mis instintos.

- Muy pronto nos volveremos a ver, Bianca quiere que vayamos para actuar en la velada, dale recuerdos a las dos.....

Aquellas palabras cruzaron mi cerebro cual rayo en el mismo momento que mi cuerpo traspasaba el marco de la puerta y sentía el agobiante calor tropical que me aguardaba en el exterior.

Me convertí un torbellino burbujeante de quimeras que viajaba por las calles ávido de abandonar la sequedad del asfalto por la humedad de la selva, el fascinante encuentro matutino había dejado en mi un ardor que debía sacar lo mas pronto posible, deseaba llegar a manos de mis dos musas personales y perderme en sueños de pasión y goce.....

Wald Elfi




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