No podía evitar tenerlas en mi
cabeza, una sensación incomoda aparecía en mi cuando ambas estaban solas,
podríamos reducirlos como celos, pero realmente era envidia, bastante sana, por
no estar presente en tan mágico momento.
Disfrutaba enormemente cuando Aruna
gozaba salvaje de su sexualidad, la cual una y otra vez era oprimida por la
moralidad que recesiva e insistente volvía a salir de su guarida, reprimiéndola
y castigándola hasta el punto de olvidar el ser sexual que habita en su
interior.
Bianca, de un solo plumazo, era
capaz de reactivar todo su poder sensual. Bastaba una llamada, para que la mas
inmensa sonrisa brotara en su rostro.
Su tez se suavizaba, toda su
expresión se relajaba, el brillo en sus ojos lucía exponiendo al máximo toda su
belleza.
Una parte de mi, entendía que mi
ego se sintiese dolido, pero la colosal felicidad que se aportaban la una a la
otra compensaba los bajos pensamientos que me aportaba mi mente.
Caminaba rápido, distraído,
evidentemente no mostraba atención al mundo que me rodeaba, mi único propósito
era volver pronto a casa, disfrutar con la compañía de mis dos diosas
personales.
No formábamos un simple triangulo
amoroso, nuestra relación iba mas allá de lo carnal, realmente nos ayudábamos
en un proceso de crecimiento espiritual en el cual, nuestras líneas de vida
cruzaban un juego complejo, solo apto para valientes.
Justo después de conocernos
decidimos que costara el esfuerzo que costase lucharíamos por un lugar donde
perdernos con los placeres mas carnales . Aunque el precio fue alto, merecía la
pena.
Directamente llegue hasta la
licorería, era la tienda mas alejada, así que había decidido comenzar por allí,
la tienda estaba a rebosar, los ventiladores colgados del techo no eran suficiente
para el calor provocado por la avalancha humana, entre las fiestas patronales y
la llegada de uno de los fines de semana mas calurosos del año nadie quería
quedar sin suministro alcohólico.
Solamente quería unas botellas, no era para nada semejante a
las compras de los demás clientes, cachaça, mezcal y ron. Entre los primeros
puesto se encontraba la encantadora Doña Emilda, la entrañable anciana me
reconoció al instante, mostrando su habitual alegría agitaba los brazos
reclamando su correspondiente abrazo. Doña Emilda no perdía ocasión, a pesar de
los achaques de la edad, su alma vigorosa le hacia enfocar la vida con una
actitud propia de adolescentes.
- Hijo mío!! Como estas? – me
preguntaba con la melodía típica del pueblo bahiano, mientras tras abrazarme,
conseguía ruborizarme una vez mas apretando sus manos contra mis nalgas. Tras
los dos sonoros besos de rigor y las frecuentes preguntas triviales, me
pregunto como era que yo estaba por allí, ya que eran contadas las ocasiones en
las que las bebidas alcohólicas llegaban hasta nuestro hogar, tras contarle la
buena noticia de la llegada de Bianca, me mando un cálido abrazo para su
pequeño ángel, como Doña Emilda gustaba de llamarla.
Levantando nuevamente su brazo como
buscando llamar la atención de alguien que permanecía al fondo de la sala
contigua rodeada por un corrillo formado por la gran parte de los varones del
lugar, me contó sobre la llegada de su nieta, que tras criarse en el pueblo, lo
abandono para estudiar danza en la gran ciudad que es Salvador.
Vestida tan solo por una minifalda
blanca y un ceñido top que mostraba sus virtuosos senos, se mostraba ante mi la
delgada y pequeña Regina, viendo sus facciones a la luz del día, me preguntaba
como no había caído en la tremenda familiaridad entre ellas dos. Mis ojos la
escanearon obscenamente pero sin rastro de la mas mínima timidez, se clavo
contra mi, entre la marea humana posando sus labios provocadoramente cerca de
los míos, posando su mano en medio de mis pantalones, me lanzo una mirada que no
me resulto demasiado amistosa, el peligro se vislumbraba en su ojos y un cierto
temor recorría mi frente en forma de frió sudor.
Tras unos segundos eternos, casi
infinitos, Doña Emilda me rescato tirando fuertemente de la mano, sin casi
percatarme me encontraba delante del mostrador realizando mi compra gracias a
la bondad de tan adorable mujer.
Detrás mía, podía sentir su
respiración cerca de mi espalda, tan cerca que me sentía extrañamente acosado.
Una vez finalizadas mis compras, me
despedí de mi querida amiga y su lasciva nieta lo mas fugaz que pude.
Necesitábamos algunas toallas
nuevas, las únicas decentes según Aruna en todas las tiendas eran las que
tenían en la mercería. Tras abrir y cruzar la diminuta puerta que separaba el
espacio interior de la calle, pude ver como el interior permanecía vació. La
pared a la izquierda estaba destinada completamente a los artículos propios a
la costura, en la zona central, apiladas en diferentes estanterías, las
sabanas, toallas y demás telas del hogar ocupaban su lugar. La pared opuesta,
oculta tras unas grandes cortinas que separaban el ambiente, estaba
coquetamente adornada con la mas finas de las lencerías, en alguna ocasión,
Aruna y yo, cerrando completamente las cortinas con el permiso de la joven
propietaria, disfrutábamos con el placer de ver las mas elegantes combinaciones
sobre la piel bronceada de mi erótica diosa.
Era extraño pero nadie respondía a
mis saludos, tras mirar por detrás del
mostrador e incluso asomándome a la puerta que llevaba a la trastienda, seguía
estando en completa soledad.
Tras un par de minutos de espera,
dude sobre si me había asegurado que tras la cortina tampoco nadie estaba en
aquel lugar, separando las dos amplias telas, una imagen explosiva aparecía
ante mi, agachada en el suelo, mostrando un mas que memorable trasero apretado
contra las mallas que lo contenían, la
descuidada propietaria apretaba unos tornillos para afianzar una nueva repisa,
acercándome muy despacio para seguir visualizando tan esplendorosa imagen,
llevaba unos auriculares puestos, y el machacón sonido del forró local llegaba
hasta mi, habría sido eso lo que le impidió oírme, poniendo mi mano sobre su
espalda después de asegurarme que no oía nada de lo que le decía, pego tal
respingo que choco de frente contra la tabla a medio asegurar. Lo mas veloz que
pude agarre la inestable madera, que tambaleándose amenazaba con volver a
golpearla.
Seguido del susto inicial y una vez
medio recuperada la compostura, pude asegurarme que se encontraba
perfectamente, tras un infantil beso sobre la zona afectada que broto
instintivo de mi , los dos arrancamos en la mas escandalosa de las carcajadas,
ella me aseguro en el momento que no volvería a trabajar con los auriculares
puestos.
La puerta volvió abrirse, ante mi
creciente asombro, Doña Emilda y Regina seguían mis pasos mas cerca de lo que
yo deseaba, conociendo el escaso numero de tiendas que había en el lugar,
tampoco era demasiado raro encontrarse.
A pesar de que intentaba relajar mis pensamientos, la presencia de Regina
me aturdía, inevitablemente me sentía débil en su compañía.
La costumbre en la zona indicaba
que antes las personas mayores no solo había que mantener una actitud
respetuosa, era necesario ser afectuoso y cariñoso, aunque acabábamos de
vernos, un nuevo abrazo continuados por los dos efusivos besos de rigor era
algo ineludible, y no solo de mi parte, la en esta ocasión atenta dueña, se
acerco hasta Doña Emilda para saludarla y entablar una trivial conversación
sobre los asuntos del día a día.
Me sentía en presencia de una
pantera, los segundos avanzaban lentos, el aire a mi alrededor era pesado,
denso, mi respiración se aceleraba pero no conseguía saciar la demanda de
oxigeno que llegaba desde cada célula de mi organismo, el cerebro funcionaba a
mil por hora en busca de una salida rápida, era una presa que deseaba huir
temeroso de su depredadora.
No podía entender la manera en la
que me influía su arrolladora presencia, el nerviosismo, la timidez, se
apoderaba de cada átomo de mi cuerpo. Ella aparentaba estar completamente
inmersa en una búsqueda por cada estantería, en esta ocasión permanecía sin
mostrar ningún interés hacia mi, esta frialdad me sobresaltaba aun mas que la
intensidad con la que me abordaba en la licorería. Tras revolver entre varios lotes
de ropas de cama, selecciono un par de paquetes situándolos sobre el mostrador,
mientras su abuela y la propietaria continuaban con su conversación,
acercándose por detrás hasta la explosiva
dueña del comercio, coloco sus manos sinuosas sobre los hombros de esta,
acercando sus labios mucho mas cerca de lo que las convenciones sociales
admiten hasta el oído de la embelesada dependienta, la cual asentía en silencio
las palabras de tan ardiente mujer. Despidiéndose de ambas cruzo las cortinas
con un paso firme y altanero, volviéndose cruzo su mirada con la mía, su
arrebatadora belleza encuadraba perfectamente con el estampado de las gruesas
cortinas, la amplia sonrisa que dibujaban sus labios me dejaba ver unos
preciosa dentadura.
Con un beso y un guiño, cerro las
cortinas, dejando una pequeña separación entre ambas. Se comportaba misteriosa
y seductora, sabia como volver loco a cualquier hombre.
Doña Emilda, se dirigió hacia mi
disculpándose por el tiempo que habían estado conversando, aunque rehusé sus
disculpas ya que no tenia demasiada prisa, la amable señora insistió en que
retomase mis compras devolviéndome a tiempo completo la atención de la
dependienta. Rápidamente le comente a esta cual era la causa de mi visita a la
tienda, pasando por delante mía avanzo indicándome que la siguiese, solo eran
un par de pasos pero me dio tiempo para disfrutar nuevamente con la magnifica
imagen de sus nalgas apretadas contra las estrechas mallas. Una vez llegamos
hasta la estantería pertinente, puso sobre mis manos varias toallas, en un
instante tenia varios juegos completos, alegre como ella siempre solía ser me
comento que me las llevase todas y que ya Aruna eligiese, sin duda conocía
bastante bien los gustos de mi mujer, todas eran extremadamente suaves y de bonitos
tonos azulados, no había manera posible de errar. Pague la compra, con la firme
intención de salir lo mas rápido posible, seguí los protocolos de rigor y me
despedí de ambas efusivamente, gire iniciando el camino hacia la puerta, pero
el destino me deparaba una excitante sorpresa mas.
Justo en el momento que pasaba por
delante de las cortinas con la mirada fijada sobre la escasa separación que
dejaban las cortinas entre si, súbita y precisa separo grácil pero firme ambas
cortinas apareciendo arrebatadora en primer plano ante mi.
Su figura estimulaba los mas
sórdidos pensamientos en mi interior, el mundo se borraba, resaltando aun mas
si cabe cada detalle de su increíble presencia. En ese momento no recordaba
nada ni nadie, solo pensaba en que el reloj parase sus agujas y el tiempo se
detuviese para continuar con mi deleite personal.
El intenso blanco hacia destacar
aun mas el oscuro tono de su piel.
Todo su cuerpo brillaba, emitiendo
luz propia.
No sabia casi nada de ella, solo
que estimulaba la fiera deseosa de lujuria que habita en mi.
Radiante, sobrehumana, casi divina,
posaba natural, descarada ante su pequeña audiencia.
No me importaba lo mas mínimo la
presencia de las demás, pose mis ojos sobre ella y no tenia la mas mínima
intención elevarlos. Mientras mi nueva musa deseara deleitarme, yo pensaba
disfrutar.
Con un elegante movimiento situó su
mano tras su cabeza, su generosos cabellos, exuberantes, bailaban practicando
una danza harmoniosa alrededor de sus hombros, su fino cuello, los huesos de su
clavícula, todo en ella resultaba erótico y fascinador.
Adelantando levemente su rodilla
izquierda, ladeándose su cuerpo, moldeando aun mas tan sublime figura. Sus
finas y torneadas piernas lucían mas si cabe perfiladas por unas delicadas
medias, coronadas por un exquisito encaje.
Las tiras del liguero subían
rectas y decididas, llevando mi vista
hasta lo mas intimo de su físico. Las delicadas braguitas, insinuaban una
insipiente sexualidad. El pulcro y sensual liguero, decoraba toda la extensión
de su cintura, marcando a la perfección el inicio de sus caderas. Su vientre
asemejaba una delicada y acogedora llanura, aterciopelada y retozona.
Sus pechos estaban cubiertos por un
elegante sujetador que recogía sus dos dulces frutas del deseo. Por todo el
conjunto, como pinceladas dadas por un sublime artista, unas diminutas rosas,
decoraban un poco mas su abrasadora
anatomía.
Sus carnosos labios comenzaron a
moverse, siendo un delirante susurro todo el sonido que conseguí asimilar. Las
perlas negras que eran sus ojos se clavaban en mi ser, fundiendo parte de su
espíritu con el mío.
- Acaso no me vas a decir lo bien
que me sienta?
Desafiante, avanzo, girando sobre
si misma, llegando hasta mi una cálida y a la vez fresca brisa, cargada de potentes y seductores aromas. La imagen
de sus poderosos glúteos remarcados por la fina línea de las bragas que se
perdían en su interior, quedaría eternamente grabada en mi. Una vez paro justo
rozando ante mi, volvió a sacudir mi oído:
- De verdad no sabes contestar si
no esta Aruna delante? – desatando una risa por parte de las atentas
espectadoras.
- Me as dejado sin palabras, no
creo que debas ponerte así ante cualquier desconocido...
- Tu para mi no eres ningún
desconocido – mientras cortés pero resuelta, situaba su mano sobre mi,
dedicándome una amplia y seductora sonrisa, indicándome firmemente que
pretendía pasar para que las demás pudiesen verla.
Me despedí sin querer girar la
cabeza, avanzaba expedito con una única intención, salir lo mas rápido posible,
justo en ese momento tome conciencia de la brutal erección que empujaba feroz
por salir de la calzona bañador, no era manera mas adecuada de salir a la
calle, pero la situación tampoco me invitaba a permanecer mucho mas tiempo, no
sabría por cuanto podría dominar a mis instintos.
- Muy pronto nos volveremos a ver,
Bianca quiere que vayamos para actuar en la velada, dale recuerdos a las
dos.....
Aquellas palabras cruzaron mi
cerebro cual rayo en el mismo momento que mi cuerpo traspasaba el marco de la
puerta y sentía el agobiante calor tropical que me aguardaba en el exterior.
Me convertí un torbellino
burbujeante de quimeras que viajaba por las calles ávido de abandonar la
sequedad del asfalto por la humedad de la selva, el fascinante encuentro
matutino había dejado en mi un ardor que debía sacar lo mas pronto posible, deseaba llegar a manos de mis dos musas personales y perderme en sueños de
pasión y goce.....
Wald Elfi